Hoy, lunes 8 de julio de 2024, doy por finalizada mi aventura en el Olympique de Marsella y la que ha sido, sin duda alguna, la experiencia más transformadora de mi vida y de mi carrera profesional y deportiva. 

Han pasado algo más de tres años y tres meses desde aquel mes de marzo de 2021 en el que pisé por primera vez, con el virus del Covid dando sus últimos coletazos, las instalaciones de “La Comanderie”. Desde entonces el Olympique de Marsella me ha otorgado la oportunidad de trabajar con nada menos que cinco cuerpos técnicos de cinco nacionalidades diferentes. Todo ello en dos etapas; pues antes del comienzo de la temporada 2022/2023 decidí abandonar el club para volver a Marsella, apenas dos meses después, tras la solicitud y llamada de su presidente Pablo Longoria.

Aquella vuelta y aquel “sí” se convirtieron, a la postre, en una de las decisiones más importantes, a la vez que gratificantes, de mi vida y de mi carrera deportiva. Han sido treinta y nueve meses que se pueden resumir de forma muy breve y de esta manera en cuanto a lo deportivo: Un final de temporada 2020/2021 con el argentino Jorge Sampaoli en el que conseguimos enderezar el rumbo del equipo y hacernos con una plaza para la Europa League.

Una temporada 2021/2022 en la que repetí entrenador, disfruté de una fase de grupos de la Europa League, tuve también la oportunidad de jugar una semifinal de la Conferencie League y finalizar la temporada obteniendo la clasificación para la Champions League en el minuto 96 del último partido de liga y en el que seguramente fue el momento más emocionante que he vivido en el Vélodrome. 

Una 2022/2023 en la que trabajé a las órdenes del croata Igor Tudor, con el que disputamos una fase de grupos de la Champions League y logramos la clasificación para la Europa League. Y una 2023/2024 a la que di comienzo con el español Marcelino García Toral, continuación con el italiano Gennaro Gattuso y final con el francés Jean-Louis Gasset. 

Pero todo lo deportivo es tan solo una pequeña parte del maravilloso proceso transformador que, como ser humano, he tenido la oportunidad de disfrutar durante esta etapa de mi vida. Tal y como siempre afirmo: “El fútbol no es el fin, el fútbol es el medio”. Medio para mi desarrollo como SER HUMANO, medio para alcanzar ÍTACA. El fútbol, una vez más, ha vuelto a ser un medio para continuar con mi proceso satisfaciendo dos de mis necesidades vitales como ser humano: APRENDER Y ENSEÑAR.

Les aseguro que este trabajo y este deporte son perfectos para ello. El mundo del fútbol es un auténtico colegio pedagógico para obtener una graduación en el “Master de la Vida”; tanto para aquellos que viven de forma CONSCIENTE, como para los que aún no se han dado cuenta de que el PROPÓSITO de la vida nada tiene que ver con lo que aprendimos y nos enseñaron.

La vida es lo que hemos comprendido de ella y es por esta razón que no estoy triste porque esta aventura terminó sino totalmente agradecido, satisfecho y feliz porque sucedió.

Hoy, una vez más, recordando a Lucio Anneo Séneca, puedo decir aquello de: “Todo lo que tiene un principio, ha de tener un fin”, y que el arte de saber vivir consiste en no abandonar demasiado pronto ni aferrarse durante mucho tiempo. Les aseguro que en este mundo, el del fútbol, es tan importante SER UNO MISMO (tener la capacidad de decidir y de expresar libremente lo que somos independientemente de la opinión de los demás) y SER LIBRE (asumir la responsabilidad de nuestras acciones y decisiones sin culpar a nada y a nadie de lo que nos sucede), como  conceder total libertad. Y para esto último hace falta entrenarse, y mucho, en el desapego; además de en la ACEPTACIÓN y el RESPETO: primero hacia uno mismo y luego hacia los demás.

A partir de hoy, tras dar por finalizada esta maravillosa etapa de mi vida y parafraseando a mi filósofo, político, orador y escritor romano favorito: “miraré todas las tierras como si fuesen mías y las mías como si fuesen de todos. Viviré como quién sabe que vive para los demás y por eso daré gracias a la naturaleza; sabiendo que mi patria es el mundo”.

Y lo haré sin olvidar que “toda la vida es servicio, y que cada uno se ha de acostumbrar a vivir en su condición, sin quejarse de ello lo más mínimo y aprovechando todas las ventajas que la vida le ofrece”. 

De aquí en adelante miraré al frente sabiendo que nada quiero más que aquello que me corresponde, comprendiendo que siempre tengo lo necesario para ser feliz. Valoraré todo lo que la vida me ofrezca y agradeceré incluso todas las situaciones difíciles que se me presenten, porque sabré que tan solo son oportunidades para aprender, crecer y desarrollarme. Comprenderé que todo es perfecto y necesario (no bueno o malo), y asumiré que todo lo que me suceda será RESPONSABILIDAD mía y solo mía, sabiendo que al hacerlo estaré viviendo la vida con SABIDURÍA.

No tengo forma de expresar con palabras lo afortunado y lo feliz que me siento de haber podido vivir y disfrutar de esta maravillosa etapa de mi vida, que hoy doy por concluida, en el que considero el club más grande de Francia y que ha tenido lugar, además, en una ciudad tan única y especial como Marsella.

Hoy cierro una etapa de mi vida y marcho de este club tal y como llegué: feliz, en paz, y tan orgulloso de lo aportado como agradecido por lo recibido. Una vez más continúo rumbo a ÍTACA transitando con entusiasmo el camino, el único camino; el del AMOR. Gracias con todo mi corazón. No estoy triste porque terminó sino feliz porque sucedió.

Jon Pascua Ibarrola