Durante una sesión de entrenamiento con el F.C Barcelona.

La vida es tan buena maestra que cuando menos te lo esperas te quita aquello que proyecta lo que eres y te deja únicamente con quién eres. Tan oportuna que en cualquier momento, casi siempre inoportuno, nos desnuda de nuestra imagen y nos viste de nuestra realidad, mostrándonos que lo que hacemos no siempre determina lo que somos.

La vida es tan caprichosa que un día, de buena mañana, decide que no tengas un solo papel que interpretar. Bueno sí, uno nada más, el tuyo. Suerte la de aquel que durante el tiempo que dura su actuación jamás se olvida de cuál es el papel importante de su vida, porque tarde o temprano siempre llega el momento en el que el telón baja y la música se acaba. Y entonces, ya no queda nada del actor, aunque sí del protagonista.

La vida, con su experiencia, te enseña que nunca puedes confiar tanto en el fútbol como para olvidarte de que tu papel más importante es el de la vida, el de la existencia. Un papel que no admite representantes ni permite ensayos. Un papel que no puedes descuidar y que requiere de atención constante. Pues tal y como escribió Séneca en uno de sus diálogos dirigido a su hermano mayor Galión: “Como el sabio, que medita sobre todo en la pobreza cuando está asentado en la riqueza, nunca confía tanto el general en la paz que no se prepare para la guerra que le ha sido declarada, aunque no se lleve a cabo”. El tiempo y las circunstancias pueden cambiar en cualquier momento.

Durante un viaje a Egipto, montado en un camello, con la tres pirámides de Guiza al fondo.

La vida es siempre tan solidaria que cuando ella desea nos baja del Olimpo y nos convierte a todos, sin distinción de escalas sociales, razas y religiones, en seres vulnerables y mortales. Tan, tan solidaria que en un abrir y cerrar de ojos tu valor pasa a ser como el del resto, a pesar de que antes vivieras infra o sobre valorado. Tal y como dijo el emperador romano y filósofo Marco Aurelio: «Brevísimo es, pues, el instante que cada uno vive, brevísimo el espacio donde habita, brevísima la fama de la posteridad». Y añadía: «Conforma siempre tus acciones, palabras y pensamientos a la idea de que puedes salir a cada instante de la vida». La vida es, efectivamente, tan justa que llegado el momento, queramos o no, nos invitará a desprendernos de todo lo que tenemos, haciendo que marchemos de este mundo tal y como vinimos: desnudos.

La vida puede llegar tan lejos con su mirada que, a su manera, nos ayuda a ver que hay una vida más allá de lo que hacemos para ganarnos la vida, y que invertir en nosotros, además de en nuestra profesión, ofrece también grandes intereses, aunque a largo plazo. Intereses que no llenarán de dinero nuestros bolsillos pero sí nuestros vacíos; esos que tanto nos pesan cuando el telón del fútbol se baja y la televisión se apaga. Volviendo al filósofo cordobés: «Si en este vaivén de cosas que suben y bajan no piensas que te amenaza todo lo que puede sucederte, das contra ti fuerzas a las adversidades, a las que quebranta quien las previene».

En la playa de Cabo de Santa María de la isla de Boa Vista (Cabo Verde), con los restos de un buque español encallado en la arena, al fondo.

La vida te enseña que cuando los focos se apagan no todo es oscuridad, pues tu vida, esa que olvidas cuando estás en escena, vuelve a brillar y alumbra tu camino, mostrándote que es mejor ser olvidado por las cámaras que vivir olvidado de ti mismo. «Cuando por la concurrencia de las circunstancias te vieres como desconcertado, vuelve enseguida sobre ti y no te propases fuera de lo justo más tiempo del necesario. Serás tanto más dueño de la armonía de tus actos cuando más pronto la recuperes», escribió también en sus meditaciones el emperador.

La vida tiene tantos años a cuestas que sabe que tu carrera como entrenador es más breve que tu viaje como persona. Y que si te has apegado a tu papel y a tu interpretación  en ella, corres el riesgo de verte abandonado, solo, sin ti, si tu carrera huyera de ti. Habiendo perdido incluso la oportunidad de haber labrado una buena fortuna, esa que para el célebre estoico no consistía más que en «las buenas inclinaciones del alma, los buenos deseos y las buenas acciones».

La vida, con esta pandemia, nos enseña a medir las cosas con otro rasero, a valorarlas con otra medida y a observarlas desde otra perspectiva, a pesar de que cuando las nubes desaparezcan, un solo árbol, una vez más, podría no dejarnos ver el bosque. Y a pesar incluso de que podamos volver a equivocarnos con el papel más importante a interpretar, que no es otro que el de la vida. La vida, con esta pandemia, nos muestra que el fútbol es lo más importante de lo menos importante. Y que la lista de prioridades es tan grande como el amor a tus seres queridos, su salud, tu salud y tu persona. La vida hoy, más que nunca, nos sigue enseñando que: “El fútbol no es el fin, el fútbol es el medio”.

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