La sociedad ha llegado a un punto en el que la moralidad mediática es mucho más importante y determinante que la que predicamos con nuestro comportamiento diario hacia nuestros semejantes a lo largo de lo que son nuestros años de vida. Es tan grande la mentira en la cual vivimos que tan solo un simple gesto, un hecho, pueden llevarnos a cargar con la etiqueta de “racista” hasta el final de nuestros días, o incluso a perder nuestro puesto trabajo.
Esto es lo que le ha sucedido a Juan Carlos Gambandé, colega de profesión y entrenador de porteros del Racing Club de Avellaneda (La Academia) argentino, que ha sido despedido por su gesto racista en partido correspondiente a la Copa Libertadores de América disputado en Belo Horizonte frente al Atlético Mineiro brasileño hace unos días.
Un equivocado, desgraciado y muy feo comportamiento (tal y como el propio autor ha calificado), ilustrado en una secuencia fotográfica de tres imágenes tomadas por la lente de la periodista Cristiane Mattos, en los que se puede ver al entrenador de porteros simulando pelar una banana y comérsela mirando a los hinchas locales, han sido más que suficientes para que Gambandé pierda su trabajo y quede retratado de por vida.
Esta vez puede decirse que los acontecimientos los siento “de cerca”, pues tuve la oportunidad de conocer a Juan durante mi participación en el I Congreso Internacional de Arqueros de Chile del pasado mes de diciembre de 2015 en la ciudad de Talca. ¡Qué grandes momentos vividos! Incluso me permití la licencia de escribir unas letras sobre su persona en un artículo de mi blog personal en el que hacía referencia a lo que fue para mí aquel congreso. Concretamente las palabras fueron estas:
“Y todo esto bajo la atenta mirada de un psicólogo muy humano que dicen se llamaba Nicolás, al cual le encantaba el grupo Europe y que portaba un teléfono muy viejo y antiguo que parecía ser una cutre imitación de una BlackBerry. Tan cutre, tan cutre , tan cutre como la maleta con la que viajaba un tal Gambandé, que no nos dejó pegar ojo en el trayecto de vuelta en autobús desde Talca a la capital Santiago. Sobre este señor comentar que por las mañanas la cosa se le complicaba en la azotea, con grandes problemas tanto por la escasez como por la dirección tomada por su cubre cabezas o folículos celosos. Un buen hombre, por cierto”.
Podéis leer el artículo completo pinchando en el siguiente enlace:
Al enterarme de la noticia, tarde como siempre y de esto hace tan solo un día, yendo en contra de mi poca cortesía para todo este tipo de asuntos, le escribí un:
“Hola Juan, soy Jon. Lamento profundamente lo que te ha sucedido, porque sé que jamás lo hiciste con una mala intención. Fue tan sólo una calentura del momento y un gesto al que no se le debería de dar tanta importancia porque el racismo es mucho más que eso. Créeme que lo sé pues tuve la oportunidad de vivir 5 años en Sudáfrica, un país muy complicado y castigado por ello. Has pagado un peaje que no es solo responsabilidad tuya, sino de la hipocresía de una sociedad en general y unos dirigentes, que necesitan señalar con el dedo a alguien para sumar una credibilidad que muchos de ellos hace tiempo perdieron. No dejes de dormir nunca con la conciencia tranquila, pues en el fondo de tu corazón sabes que no lo hiciste con esa intención a pesar de que no estuvo bien. Acepta, aunque no sea justo, que se sacaron las cosas de contexto, y no te culpes por ello si tú lo ves así desde el fondo de tu corazón. Fuerte abrazo”.
Y es que acusar a alguien de racismo por hacer un gesto de provocación (aunque sea pelando una banana) respondiendo a otros tantos y en la calentura de un momento, a pesar de ser algo poco profesional, lamentable, feo y equivocado, es injusto. Si hubiera sacado la “peineta”, llevarse la mano a sus “partes” y mandarlos a todos al “carajo”, o incluso hubiera sacado un dedo mirando al tendido…. nada de esto hubiera pasado. Pero claro, pelo la banana y se la comió. Se encendieron las alarmas del racismo. Estas son cosas del fútbol y de sus calenturas. Nada que ver con la política, ni con el parlamento, ni con organizaciones que velan por los derechos de los seres humanos.
Toda esta condena del racismo es para mí demagogia barata, tanta como los artículos que se pueden comprar en los bazares chinos. Y lamento si a los chinos les ha molestado que les citara junto a lo de “barato”. Pueden sacar el comentario de contexto y llamarme xenófobo o racista, quizás hasta alguno les de su aprobación.
De esto del racismo creo que puedo hablar un rato. He conocido blancos sudafricanos que a la edad de 40 años no se han sentado jamás en su país a comer en una mesa con un negro. Sí, he dicho negro, y no hay nada de malo en ello, al igual que para ellos yo era un blanco o un “mlungu”. Siento tanto amor por aquellas gentes (no hacia todos con los que conviví, todo hay que decirlo) que me importan muy poco los vocablos que tengo que utilizar para referirme a mi entrañable familia sudafricana.
Y comentar, de la misma manera, que he visto también gente de color haciendo el mayor de los “aparheid” en su propia comunidad tras haber sufrido en sus carnes un verdadero racismo de manos de los blancos. Y hacerlo a través del “clasismo”, que es un mal tan denunciable como el de la discriminación racial y para mí el auténtico racismo del sigo XXI. Estamos viviendo unos tiempos en los cuales se condena el racismo pero pasamos por alto nuestro terrible clasismo.
Tiempos en los cuales incluso esta de moda hacer todo tipo anuncios a favor de la igualdad de las razas y en contra de la discriminación, mientras nuestra moralidad queda retratada a diario por nuestro comportamiento hacia aquellas personas que no consideramos de nuestra escala social. Y de esto quizás pueda también hablar un poco, pues llevo ya un tiempo viajando y conviviendo con diferentes culturas. Y no por el mero hecho de viajar, sino por la forma en la cual vivo mi vida, intentando empatizar con lo que me rodea.
Querido Juan, tal y como tu dices: “El fútbol no está hecho para boludos”. Te la comiste de veras. Esta vida no es para la buena gente. Esta vida es para los listos. Para los que la “joden” callando y venden estampitas de la Madre Teresa de Calcuta incluso sin saber quién era. En esta vida hay que estar atento, porque a nada que cometas un error lo vas a pagar de veras. ¡Y lo sabes! (tal y como diría Julio Iglesias señalándote con su dedo índice). Un amigo mío se refiere a este hecho con la expresión de ¡Te la meten doblada!.
Y no te preocupes, que el recibo o la factura vendrán de la mano de todos aquellos que en su interior saben que no son muy dignos. A la mínima descargamos odios y rencores hacia el que se despista y la caga. Como si condenar nos hiciera más justos y limpiara nuestra conciencia de dentro hacia afuera. Nos olvidamos del famoso “termómetro” de las intenciones, sobre el cual en más de una ocasión he hecho alguna referencia. Una de ellas un viernes 17 de agosto de 2012 (hace casi 4 años), podéis leer algo al respecto pinchando en el siguiente enlace:
No obstante, tal y como me comentabas ayer, tienes una gran mujer y unos hijos que te apoyan en esto, y seguro que después de la tempestad llegará la calma. Si me hubiera pasado a mí, la futura suegra de la “polola” me diría: “Ves lo solo que estas ahora por no tener mujer e hijos. ¿Por qué no tienes familia? El amor es importante en la vida”. Por cierto Juan, la “polola” se llamaba Maria Ignacia. ¡Qué gran familia que tenemos en Chile! Los adoro. Aprovecho para enviarles un fuerte abrazo desde aquí. Siguen estando en mi corazón.
¿La frase del día de hoy? “Solamente aquellos espíritus verdaderamente valerosos saben la manera de perdonar. Un ser vil no perdona nunca porque no está en su naturaleza” (Laurence Sterne). No obstante querido Juan, tal y como dijo Alfred de Musset: “A falta de perdón, deja venir el olvido”. Dios me libre de condenarte por esto. Cometiste un error, perdiste un trabajo que amas, y lo lamento. Lo lamento de verás.
Jon Pascua Ibarrola
Manila, martes, 10 de mayo de 2016.
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